
El Clero Celebró su Jubileo Nacional

Por Esmirna Gómez.–
Con fraternidad y renovación espiritual se celebró el jubileo Sacerdotal, una jornada que congregó a obispos, sacerdotes de distintas diócesis en un ambiente profundamente espiritual y sinodal.
El día comenzó con una emotiva procesión desde el templo viejo San Juan Bautista hasta el santuario, donde se vivió un momento íntimo de adoración Eucarística. Allí, el padre Francisco Jiménez, presidente del Instituto Nacional de Pastoral, compartió una inspiradora reflexión sobre la fraternidad sacerdotal y el cuidado mutuo entre hermanos en la fe. Durante su intervención, destacó también las cualidades del recientemente nombrado Papa León XIV, a quien definió como un pastor humilde, firme en sus gestos y profundo en su palabra.

La celebración Eucarística fue presidida por Monseñor Héctor Rafael, de la Arquidiócesis de Santiago. En su homilía, colmada de gratitud y espiritualidad, agradeció a la Comisión Nacional, encabezada por Monseñor Fausto Mejía, por la organización del evento. Con un gesto de hermandad, saludó a todos los sacerdotes presentes, especialmente a quienes celebraban cumpleaños en el mes, y dirigió palabras de cercanía a quienes seguían la transmisión desde sus hogares.
Durante su prédica, Monseñor expresó su alegría por el don de la fraternidad sacerdotal y el nuevo Papa, a quien presentó como un signo claro de que Cristo sigue guiando a su Iglesia. Refiriéndose al Evangelio del día, exaltó la figura de Jesús como la puerta del redil, el verdadero Pastor que da vida en abundancia. “En la voz del nuevo Papa —afirmó— reconocemos la voz del Pastor que llama a cada uno por su nombre”.

Asimismo, profundizó en la primera lectura tomada de los Hechos de los Apóstoles, recordando la visión de Pedro como una apertura del corazón de la Iglesia hacia todos los pueblos. Invitó a vivir una Iglesia sin exclusiones, sinodal abierta a la diversidad, acogedora del que piensa diferente y consciente de que “Dios no hace acepción de personas”.
El encuentro concluyó con una hermosa sesión fotográfica por diócesis, donde cada obispo se retrató con su clero, sellando con alegría un día marcado por la unidad. Posteriormente, en la Villa Olímpica, se compartió un almuerzo sin protocolos ni jerarquías, donde obispos, sacerdotes l se encontraron como iguales, testimoniando con gestos sencillos que trabajar unidos es posible cuando Cristo está en el centro.